Hay almas que, presupongo bienintencionadas, se empeñan insistentemente en velar por una, sin detenerse a razonar que no todos, al compás de la batuta, encontramos armonía, equilibrio, motivos de entusiasmo, rabia, tristeza o ansias ni en ni por las mismas cosas. Hay quien se empeña, con verdadera contumacia, en que una
reconsidere si es normal, bueno o deseable invertir el tiempo, la energía y el
alma en “los perros”. Yo, de antemano lo agradezco, si ello está motivado por
un sincero deseo de que una sea más feliz. Pero hay argumentos que, en sana
paz, quisiera, tras la pertinente reflexión, discutir (que discutir no es
sinónimo de pelear).
Me dicen que hay que dejar esto de pasar horas y horas difundiendo
pobres condenados, con la esperanza y el afán de que alguien de los que
quisiéramos, todos sabemos que existen). En realidad no sé en qué afecta esta
conducta ni que beneficios podría yo obtener si lo cambiase por convertirme en
tifossi –que me consta que también sufren- o en seguidora compulsiva de la
moda, algún movimiento artístico, jugadora de bolos o en coleccionista de sellos, pongo por caso.
No veo por qué cualquiera de esas –u otras muchas- actividades habrían de ser más
aceptables o más “normales”. De todos es sabido que eso de la pura “normalidad”
no existe. Así que, como quien no quiere la cosa, más de una vez me han
espetado una frase que no he sabido exactamente cómo encajar:
“…Ojo, porque el tema de los perros está claramente relacionado con una
carencia afectiva”.
Una no ha sabido si molestarse, si mandar a paseo a tan
agudo psicólogo amateur, si darle la razón y a otra cosa mariposa o si intentar
rebatir la cuestión.
Así que, en sana paz y armonía, he llegado a la
conclusión del asunto. Personal, desde luego, pero que paso a compartir con quien tenga la amabilidad
de leerme.
Todos, creo que sin excepción,
somos carne de carencia afectiva. ¿Quién es el guapo y valiente que no desea
que lo quieran más y mejor? No conozco humano que no sienta nostalgia de
afectos perdidos, diluidos, desvanecidos o finiquitados por mil circunstancias
que provocan la ausencia, incluida la mismísima muerte.
Así que no es vergonzante, ni
motivo de menoscabo reconocer que se está abierto a nuevos lazos afectivos que
estrechar. Parece, dicho esto, que el “problema” radique en que ese afecto sea
volcado en nuestros compañeros perros. Parece que no resulta tan plausible que
el depositario de nuestro amor sea un amigo de cuatro patas. "¿Quieres decir que
se convierte en “sustitutivo” de la compañía humana? ¡Eso es a todas luces desproporcionado!" No hay tal sustitución, sino simplemente elección. Además no son excluyentes. Y tampoco acepto el reproche de desproporción en un mundo donde se ha perdido la noción de la medida.
Y si así fuera, me refiero a la constancia de preferir a mis perros y los de otros antes que a muchos individuos, que lo suscribo, sin el menor empacho, tampoco veo por qué sería
materia de preocupación. Cada cual escoge sus cariños y compañía como mejor le
place. Así las personas que tenemos varios perros, para cierta gente, ya somos sospechosas de evidenciar una carencia afectiva brutal, ya que consentimos gustosamente en aumentar la manada y disfrutarla (lo cual parece que alarma aún más). Y te alertan de que "por culpa" de tal familia te pierdes libertad, posibilidad de viajes o dinero que podrías invertir en otras actividades u objetos. Explicas entonces que todas esas renuncias (que, efectivamente lo son) se asumen de grado, pues la satisfacción que procuran lo compensan con creces. En este punto, si la empatía del interlocutor es nula, te mira rarito y te espeta con aires paternalistas aquello de que "tienes un problema, porque estás sublimando una frustración emocional".
Pues no.
Ocurre que amamos los perros porque en ellos encontramos la entrega, la inocencia y la pureza incondicional. No es fácil -no digo imposible, pero no es fácil- encontrar tal dispendio de nobleza en una persona.
Ocurre que si nunca ha experimentado el calor entrañable que emanan esos ojitos... ya decía el proverbio que quien no entiende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación.
No creo, no, que tengamos una carencia de nada, sino por el contrario, un dispendio extraordinario de apego y lealtad. A mí casi me avergüenza que me idolatren sin verdadero motivo. Así que al siguiente quijote que se apure por mi bienestar emocional le comentaré que, lejos de carecer, recibo a raudales y que probablemente no coincidimos en lo que calificamos de carencias. Que no, que no es cuestión digna de mención para un terapeuta. La penuria afectiva brota del desencanto, del fiasco de aquel que creíamos que era nuestro. Con nuestros queridos perros -ellos sí lo son hasta el final- no conocemos la amargura de la traición, la falsedad, la indiferencia ni el abandono. Ellos, en cierta forma, te retrotraen al mundo inteligible y tierno de la infancia. Nos hacen reír y gozar, preocuparnos y sufrir por las cuestiones verdaderamente importantes de la existencia: la alegría sencilla de vivir y el desconsuelo de la muerte.
No recuerdo sensación que emane tanta paz, tanta reconciliación como dormitar junto a un cuerpecillo cálido, confiado en que con nosotros es dichoso y se siente a salvo de todo. ¿Podrán decirme entonces que peco de megalomanía? pudiera así parecer. Pero es incierto. Cuando se ama mucho nunca se está libre de temor. Y el amor es el antídoto para quien se cree, pobre iluso, poderoso.
Ya tengo, perfectamente digerida mi respuesta. Si lo que han intentado es ridiculizarme... lo que me han servido en bandeja de plata es la reafirmación.
Pero si intentaban alertarme, si han pretendido darme que pensar con el asunto, lo agradezco, pues tras la reflexión estoy en condiciones de argumentar que late en la vulnerable naturaleza humana desear siempre más afecto del que se posee.
Y desde luego unos más que otros: quienes no conocen lo que es vivir con uno o más perros. ¡Eso sí que es una incontestable carencia de afecto!
(Entonces les devolveré la pelota; me preocuparé -o probablemente no- por ellos...)
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Ultragenerador Versión Mirada.
Provoca incontenibles muestras de cariño tales como achuchones, besos, chillidos y expresiones del tipo: ¡Ayquecaramadrequemelacomoooo!
Tras la explosión afectiva se queda una sonrisa colgando y sensación de gran bienestar.
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Con mi cariño y felicitaciones a los que disfrutan de la opulencia afectiva... y un abrazo a los maravillosos generadores de tal riqueza.
10 comentarios:
... ¿ y que dicen de la cantidad de personas maravillosas que te permiten conocer los perros ?
Pues... ¡que si los conoces "demasiado"te decepcionarán! jajajajajajajajajaja (vaya usted a saber por qué peregrinos motivos).
Un beso.
jolin que depresión voy a pillar, debo haber decepcionado a mucha gente ... pero lo extraño es que ninguno de ellos me ha decepcionado a mi ... en fin ... el cariño y el amor es libre si ellos excluyen a seres vivos por razones que solo ellos entienden ... que quieres que te diga " ellos se lo pierden"
Pues si supieran que yo no suelo echar de menos a las personas, y suelo pasar dias sin ver a nadie, pero si echo muchisimo de menos a mis perros en cuanto me separo de ellos unas horas...
En fin, no necesito que me entiendan, me conformo con que me respeten
Besitos florecillas!
Pues en eso estamos de acuerdo. Yo creo que cuando no se conoce cómo es la vida con los animales el universo se reduce, al menos el universo sensible. Porque ellos nos acercan y nos reconcilian con lo más puro y sencillo. Nos hacen mejores. Y ¡qué curioso, que aquellos humanos que nos hacen conocer
tienen ese mismo corazón y esa bondad. Me da pena que tanta gente desprecie eso, pero como dice Nayr ¡¡ellos se lo pierden!!
ayyyyy mi admirada escritora y mas aun querida amiga,como siempre sabias palabras,no saben esos spicologos de pacotilla,que no tenemos carencia de afecto,mas bien todo lo contrario,el amor cariño y afecto nos desborda,algo que nunca tendran ellos.besos Lucia
Magnífico, pero creo que ya está bien de preocuparnos por lo que otros piensen de nosotros; además, no se les puede culpar porque no sepan valorar algo que no conocen y, por tanto, no han experimentado. Lo realmente importante es que seamos felices haciendo lo propio con nuestros fieles amigos de cuatro patas.
¡Que bien has expresado lo que yo siempre he pensado! Me ha irritado mucho, desde hace años eso de "las carencias afectivas de los que tienen perros". ¡Las tendrán ellos! ¡Nosotros estamos desbordados de cariño y afecto al tenerles a ellos a nuestro lado! Estoy de acuerdo con Carmen, cuando habla de lo que se les echa de menos cuando estamos unas horas sin verles, y ellos a nosotros, por las muestras que nos dan al llegar a casa. Esa gente que no comprende esta admiración mutua que sentimos humanos y perros, tenían que haber visto como me han recibido mis tres criaturas esta tarde al llegar a casa. Primero, ladridos que oigo desde el patio, del pobre Margarito, al percatarse de que estoy ya cerca y luego, al abrir la puerta de casa, una borzoi, una galga y un mesticillo, saltando los tres a la vez y retorciéndose de alegría y como locos, en un diminuto hall. ¿¡Carencias afectivas!? Además, esos comentarios de ese tipo, siempre vienen de personas que no saben lo que es un perro ni convivir con él. Y eso, ya es bastante triste. Estoy absolutamente seguro de que si alguien tiene carencias afectivas, son ellos.
¿¡Carencias afectivas, con la cara de felicidad que se nos queda cuando están a nuestro lado, observándonos y moviendo el rabo!?
No hay nada que pueda ser más efímero que las relaciones afectivas entre humanos. Con los perros, son eternas, siempre.
Gracias por escribir esto, querida Arquepe.
Oliver dixit:
Pues si, esta chica es una escriba brillante. Que puedo añadir? Yo, alguna carencia afectiva tendré pero debo decir que la asumo y que, al final , se trata de mi libre y preclara elección. Siendo misántopo furibundo reparto mis afectos y filias entre quien se me pone justo ahí y se da la circunstancia de que los perros, salvo honrosas excepciones, valen mucho, mucho más que los humanos, esos para los que la frase: "Cuanto más conozco al hombre, más quiero a mi perro" es un sinsentido.
Beso tus manos de rodillas.
Creo que todos estamos en perfecta sintonía. Imagino que todos lo sabíamos perfectamente. Y por supuesto que no hay que pretextarlo ni dar explicaciones a nadie. Pero cuando uno medita las cosas sabe exactamente que la próxima vez argumentaré: "Perdona, pero más carencia tienes tú, que te estás perdiendo a estos seres maravillosos".
Todos los que figuran con sus caritas ahí(hacen falta al menos un par de cuadros de esos) son criaturas dilectas en nuestro corazón y también los niños de todos. Porque esa es otra: ¿si no hubiese sido por ellos cómo nos habríamos encontrado nosotros?
(Señor Oliver, si usted me besa las manos de rodillas será porque estemos merendando en la hierba todos recostados en algún amable árbol que no de otra forma le permitiría tal postura incómoda por demás :-)
Besos a vosotros y a vuestros deliciosos peludos.
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