COPIO:
"A la casa de enfrente de la mía se han mudado nuevos inquilinos. Son un grupo de mujeres de estas que visten de negro con rastas, pantalones afondillados y botas militares. Con ellas conviven varios perros. Tienen el bebedero en el balcón grande, a él salen una perra mediana, de pelo parduzco y tres o cuatro “bolillas” que en unos días se han hecho unos graciosos cachorros.
Mis vecinas van y vienen; unos días son siete y otros parece que no hay nadie. De su puerta salen mochilas, bicicletas y artículos de malabaristas...
La otra tarde había una perra delgada, parduzca a la que le colgaban las mamas merodeando por la acera. Se paraba delante del portal, el rabo entre dos aguas, las orejas atentas y la trufa puntiaguda oteando los mensajes del aire. Pasaba el tiempo y ella seguía firme en su puesto, admitía tímidamente mis caricias, guardaba las distancias con los transeúntes... pero no perdía de vista lo que ocurría en esa puerta. Aunque se abriera, no entraba pues en sus cálculos había algún dato desconcertante... Tenía una labor que cumplir pero algo falta.
Me temo que sus cachorros ya no están ahí.
La tarde fue cayendo y con ella la humedad y el frío. Se fue despacio, volvió la esquina... La perdí de vista. No sé donde fue, ni con quien pero seguro que ella si lo sabe. A veces los perros parecen tener las cosas más claras que las personas.
A todas las hembras: las octotetas o las unitetas. Por su entrega y sacrificio toda una vida."
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