Hay días en que cuesta lo infinito alargar nuestra mano y tomar esa patita compañera, para ayudarle a subir un peldaño crucial.
martes, 21 de mayo de 2013
Hay días en que el amor nos pide una prueba suprema...
Hay días en que cuesta lo infinito alargar nuestra mano y tomar esa patita compañera, para ayudarle a subir un peldaño crucial.
Hay días en que el amor nos pide una
prueba suprema.
Y porque el amor es inmenso, tomamos
entre nuestros brazos ese cuerpecito querido y le ayudamos a entrar,
dulcemente, por ese Arco Iris radiante, donde la felicidad ya no acaba, y no
hay toses, ni sufrimientos, ni penas. Allí nos esperan, seguros de que un día
volverán a sentir nuestras manos transmitiéndoles el calor y el cariño que tantas
y tantas veces, con tanta intensidad les ofrecimos.
No estés triste, niña, que Nina te espera
satisfecha y cuenta cómo su vida fue de privilegio junto a ti. No estés triste
por ella. No estés triste por ti. Como expresa una querida amiga y maestra, lo
que ocurre es que tu chiquita se ha mudado, aún más dentro de ti, y ahora vive
instalada para siempre en tu corazón.
Y siéntete en paz por haberla ayudado a
no conocer la cara más amarga y más difícil de la vida, esa que ni siquiera tu
enorme cariño, podía, ni con uñas ni dientes, remediar.
Mañana hará dos años que tuvimos que
dormir a Duna. Ni fue la primera ni la última. Así que sé lo dura e implacable
que es esa decisión. La has querido tanto, la quieres tanto, que hasta lo más
difícil lo has podido hacer, por ella. Recuerdo cuando este verano, viendo las
fotos de tus chiquitillas, me confesabas, estremecida, que te morías sólo con
pensar que un día pudieran faltarte. Y sé de tu preocupación, de un tiempo atrás, al ver que la lucha con la
enfermedad no cedía. Sí, Virgi, sé lo que sientes, sé que tu corazón ahora
mismo está incrédulo y roto en mil pedazos, pero tienes que recomponerlo porque
ahí vive ahora tu pequeña ¿recuerdas? Y sé que harás de él el hogar más cálido
y confortable que nadie pudo imaginar. Para que esté a gusto, que no le falta
nada… ni el mimo más sutil
Viven así en nuestro interior tantos y
tan maravillosos seres, nos confortan y acompañan con tanta nobleza y bondad
que gracias a ellos nosotros mismos nos tornamos un poco más nobles, puros e
inocentes. Y ese prodigio ocurre cada noche al cerrar los ojos y cada mañana al
abrirlos, cada vez que los besamos, porque ya lo sé, amiga querida, que tú
también la besas por siempre.
Aunque, te lo juro… sin llorar.
Etiquetas:
In memoriam
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario