miércoles, 22 de mayo de 2013
Duna...Duna... Duna...
Preciosa nuestra... dos años hace que te fuiste al Arco Iris, con Yerma, Volga, Ítaca Tinta y Tebana. Sé que desde allí has guiado a Leala y a otros varios a los que, sin conocerlos, les he encargado que preguntaran por ti. Así que sé que seguramente no has parado de hacer buenas y entretenidas cosas en ese paraíso perruno, en el que, de vez en cuando formáis, en honor de algún humano excepcional.
Ya sé que desde la nube de hierba blanda nos miras y meneas la cabecita. Ya sé que te maravillas de lo que aquí, en lo que sigue siendo tu casa "se ha formado".
Ya sé, que también meneas el rabito cuando vamos al campo con tus compañeras, las que ahora viven y pisan tantos lugares queridos por ti. Y sé, lo adivino, cómo meneas la cabeza, estupefacta, por el estado en que se encuentra el sofá. Ese que no cataste debidamente y que ya, a falta de costumbre, ni te interesaba. (Debes reír entre dientes al verle las tripas). Dunilla, querida... ya sabes lo que pasa cuando hay familia numerosa... además tú eras tan austera en comodidades... ¡agradecías tantísimo el simple hecho de tener la seguridad de una familia para ti sola, eras tan austera, tan espartana, te bastaba tan poquito en la total confianza de que tenías tanto! No sé qué pensarás de los fines de semana, cuando duermen tus cuatro congéneres en un lío de patas, bariguillas y hocicos compartiendo las mismas camas...
Sé que te divierte ver cómo las jovenzuelas se han tomado atribuciones que tú, con tus doce añitos, ya tenías más que superadas.
Intuyo que hasta te ríes (sabías reírte tanto, con tu rabito incesante) de ver cómo en tan sólo veinticuatro meses tu feudo ha cambiado de tal forma...
Y sé, dulce Duna nuestra de nuestra alma, que te alegra, y que cada vez que me miras medio sepultada por patas, cabecitas y culos, a la hora de la siesta, te sientes enormemente feliz, porque sientes que yo también lo soy, y porque cuando acaricio ese revoltillo de bellas durmientes tan distintas y tan queridas, tú sientes que esas caricias llegan por una senda misteriosa e íntima, hasta tu noble, bondadoso y tierno corazón.
Y porque sabes, que al igual que todas las hermosas que viven allá arriba, se amalgaman, como tú, en el nuestro.
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1 comentarios:
Precioso. Sencillamente, precioso.
Besos.
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