jueves, 5 de diciembre de 2013
Ni sé tu nombre ni tu historia. Sólo que hoy podías haber dormido en casa y sin embargo estás en la perrera.
No sé si eres perdido, abandonado o de esos perrillos listos que merodean por el barrio porque los dueños, sin quitarse la bata, les abren el portal para que os deis un garbeo y, de paso, liberéis la vejiga.
Dicen que sí, que te conocen de esas mismas calles de la zona de El Ejido, por Málaga.
No tienes viso de maltrato o abandono. Eres simpático y picaroncillo. Con un deje de inocencia que te hacía mover el rabito al empleado de la perrera, tal como hacen los diminutos como tú, seguros de su encanto.
La gente no tiene culpa de no saber. Ven cinco kilillos sobre cuatro patas y no tienen mejor cosa que avisar a la policía.
Yo he visto el furgón parar al final de la esquina. Ese furgón que me recuerda tiempos pasados, cuando no era tan aséptico y moderno, y se veían a los pobres recién apresados aullando tras los barrotes (los primeros).
Así que he ido corriendo y al verte tan chico y vulnerable, sin pensar he pensado que todo podía tener solución. Todo menos que terminasen tus huesitos, esta noche, en la perrera. Pensé que era fácil, que era lógico, que sería aceptada la propuesta de una extraña ciudadana que estaba dispuesta a dejar su filiación a cambio del extremo de tu correa. Lo veía tan sencillo, tan claro, que a ritmo vertiginoso ya hacía cábalas de dónde te podría meter. Creo que eres macho, pero no estoy segura. Porque más que mirarte a ti miraba ojos de humanos intentando arrancar de ellos humanidad.
Pero ni tú has resultado ser tan encantador ni yo tan convincente. Nos hemos equivocado.
Por lo visto te pusieron microchip, pero tus dueños están ilocalizables porque en ese chip no hay nada. Así que no te he podido llevar conmigo porque tienes dueños, aunque esos dueños no podrán reclamarte jamás. Y claro, tú no sabes explicar nada y si supieras, quizá alzaras la pata y echaras una meadilla de sarcasmo. Porque ante una norma inamovible y férrea no cabe nada, ni siquiera una retahíla de palabras. Aunque éstas fuesen coherentes y de sentido común.
Y me han explicado, pobre de mí, histérica a causa de mi venerable edad, que no tenía por qué preocuparme en absoluto de ti. Que en la perrera nadie te va a ladrar, ni mucho menos morder, que no vas a pasar miedo, ni frío, ni ansiedad. Que jamás de los jamases van a sacrificarte si nadie pregunta por ti, pagar unas tasas y llevarte a su casa. Que yo no tenía la más mínima información acerca de las perreras de España.
Y yo añado para mí: ¿qué España? ¿ese país modélico donde el respeto a la vida y a la dignidad de los animales es ejemplo en Europa y parte del extranjero? ¿La nación ejemplar donde los bonachones deportistas del noble arte de la caza se desviven por daros una confortable y atendida vejez? ¿Donde hace tiempo no se ven ni se saben casos de perros apedreados, con los ojos reventados o tiroteados sin piedad?
Que yo no sé nada. Y que punto de armar un numerito. Que bastante complaciente ha estado el poli dándome explicaciones que no tienen por qué. Que a fin de cuentas ni yo he dado aviso ni soy la dueña del perro. Y que además, hablo sin saber.
Y que la perrera es un servicio público (sí, yo también lo pago, eso lo sé). Y las buenas gentes, avisan en un plis plas, porque saben perfectamente que es lo mejor para el perrito. Porque las buenas gentes te discuten que no es verdad eso de que hoy en día tiren perros a los pozos. Que no es verdad, que a lo mejor, que quizá hace cincuenta o sesenta años. Pero que no y no y no. Que menudas están las leyes ahora. Que hasta te quitan un perro por no llevarlo vacunado. Que ya nadie es capaz de dejar un perro sin comer.
Yo es que he leído muchas noticias en algún periódico sensacionalista.
Pues nada.
Ni te he tocado.
He pedido permiso, eso sí, para poderte hacer estas fotos. Para difundirte porque, hoy por hoy, a los perros del Zoosanitario no se les retrata, nadie los ve. Y es un pelín difícil que uno vaya a adoptar un perro completamente a ciegas. (Aunque digan que no importa, que allí vas a estar a cuerpo de rey por saecula saeculorum, puesto que no matan a ninguno).
Te voy a seguir la pista. A ver qué pasa.
Yo ya no creo en la casualidad.
Rebuscando enlaces he encontrado un proyecto.
Se llama http://www.lafabricasocial.org/proyectos/adopta-2-0/
Precisamente es una iniciativa para poder acceder a los animales del zoosanitario.
Así que he pinchado ese enlace. He escrito. Y me he ofrecido como voluntaria.
Quizá es por tu causa, perrillo sin nombre que no sé si te habrás rendido de llorar y ahora estarás hecho un cuquito, dormido, allá en la perrera.
Espero poder actualizar esta entrada. Y dar noticias buenas de ti.
Quien sabe. Igual alguien lee esto y se interesa por ti. Habrá que esperar eso del enigma del microchip fantasma. Pero... quién sabe... quizá...
Y un ruego a la gente tan crédula... a la policía no se la llama para que venga la perrera por una chispa que igual llevaba diez minutos fuera de casa.
Se han dado una prisa encomiable los llamantes y los llamados.
Lástima que tal eficacia no se produzca para coger in fraganti a las bestias capaces de arrancarle la tráquea a una desgraciada galga. Lástima que aún estén dilucidando quién ha jugado a rambo metiendole en el cuerpo siete tiros a un bodeguero indefenso. Lástima que no requisen a un galgo negro como la pena, que noche tras noche aúlla de frío por tierras donde el helor es más que insoportable. Lástima que no liberen de su martirio a esa criatura nacida para penar, porque su amo, ni lo da ni lo vende "porque lo quiere mucho". Y además es intocable, por raza y porque aplican su propia ley. Y la autoridad competente se arruga. ¡Qué le vamos a hacer! Lástima que sean tan diligentes para multar que pongan una pata en la playa en pleno mes de noviembre y se les puedan quebrar las vértebras a palos o con un alambre incrustado en el cuello.
Lástima que sean tan exquisitos para no dejarme en acogida un perro con michochip y perdonen multa a un tipo que tiene (según su propia boca) no sabe si treinta, veinte o cuarenta perros en un zulo del campo.
Lástima.
Lástima.
En fin...
Etiquetas:
Historias de Arquepe
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1 comentarios:
al menos te tendra a ti,intentando salvarle,ojala y pudiera ir contigo a esa maldita perrera y liberarle a el y a todos los que habitan esos centros de exterminio.un beso y gracias por ser como eres.Lucia
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