Espoleada por mi acompañante, mucho más puntual que yo, llegamos con cierta antelación y a eso achaqué la soledad del entorno. Merodeé por espacio de 15, 20 minutos, azuzando la vista en busca de animalistas indignados, caminando serenamente, y acompañados, algunos, de sus peludos camaradas, para dirigirse hacia las puertas del ayuntamiento, lugar de la cita para mostrar nuestra más firme repulsa por los actos lamentablemente conocidos, motivo de la movilización.
Tras un prudente paseíto, tres metros arriba, tres metros abajo, me encojo de hombros, ante la evidencia de que la concentración es mínima (concentrado de dos; superando al con centrado por antonomasia, que no es otro que el Bovril). Soporto con una sonrisilla de (“Como siempre, la gili nº 1 y el gili nº 2, presentes”) las bromas inocentes y bienintencionadas, pero bromas, pese a todo del acompañante infatigable de todas mis iniciativas perrunas y vehemente partícipe de intenciones mucho más contundentes hacia los maltratadores que la mera protesta verbal.
En román paladino: nos quedamos por espacio de media hora intentando ver aparecer a alguien más, pero ni flores.
Sugiero que me haga una foto como constancia de que allí sólo estábamos el guardia (que se metió pa dentro) y nosotros dos, por si luego comentase alguien que aquello estuvo a rebosar.
Y por aquello de aplicar el dicho andaluz de “espérate sentá”, hago lo propio en un banquito, porque allí no aparece un alma. Ni humana ni canina.
Me concentro y me desconcentro. Y me vuelvo a desconcentrar.
Asiento ante la observación de que si fuese para ver al ex novio de Falete o algunos de los ínclitos e innobles grandes hermanos comiéndose una happy meal, relamiéndose la mostaza con el pearcing de la lengua además, la cosa, desde luego, hubiese ido a mayores.
Sólo espero que en otras ciudades, hoy domingo, la concentración haya sido más numerosa. Con que vayan cuatro ya será el doble.
Así poco nos vamos a hacer oir, y menos los que tenemos poquita voz.
Yo sigo estando de acuerdo con que “La unión hace la fuerza”. ¿Quizá todo es producto de una mala organización? ¿de no haber sabido ponernos de acuerdo en el llamamiento mediante las celebradas rede sociales? Me consta que ésta es una ciudad con récord de adopciones. Siempre me enorgullezco de ver a tanto chuchillo querido sin pedigree por mis calles. Hay un buen número de gente amante de los animales a quienes no tardas en reconocer en cualquier rincón. Entonces... ¿qué ha pasado para tan ínfimo eco?
La cuestión es que el caso del torturador del cachorro, en esta ocasión ha trascendido hasta gente que no está muy al anto de movimientos animalistas, ya que el hecho trascendió por medio de los informativos más importantes.
Mantengo aún esperanzas de que alguna vez se produzca una manifestación gigantesca. Contra el maltrato. Pero todos a una, sin irnos por las ramas. Contra la cría y el negocio indiscriminado. Contra las prácticas crueles permitidas en pro del ejercicio de ciertos "deportes". Contra las medidas disparatadas y represivas que multan por alimentar, cobijar o habitar con animales. Contra los bandos que no permiten perros en los jardines. Contra los que no les consienten subir en ascensor. Contra el encierro de animales en dos metros cuadrados de terraza, haga frío o calor. Contra los dueños cuasi delincuentes que esgrimen la tenencia de un animal fuerte y poderoso como una marca más de su macarrismo. Contra la facilidad de abandonar a un ser vivo en la calle, con menor problema que si abandonas una lavadora en plena acera. Contra la costumbre, que a nadie escandaliza, de mantener a un animal atado durante toda su vida. Contra tantas y tantas barbaridades que ni siquiera la mayor parte de las familias saben que existen y se producen. Contra la indiferencia.
Yo sueño, simplemente, que maltratar a un animal sea tan punible, terrible, grave, peligroso, inadmisible, y tremendo como echarse un pitillo dentro de un bar.
Y no sé si seguir soñando en alcanzar el grado de que, como con el cigarro, lleguemos a delatarnos con ferocidad los unos a los otros para salvar las vidas de los pobres torturados.
Firmo por ello y me importa poco acudir en soledad a cuantas concentraciones hagan falta. Volvería a ir a las puertas del solitario ayuntamiento. Aunque seamos dos.