jueves, 11 de marzo de 2010
El corredor de la muerte
Las primeras veces, cuando se nos clavan esos ojos, con los días contados, tras los barrotes de sus jaulas, se pasan rápidas las imágenes, porque notamos cómo la congoja nos va atenazando el corazón. A nadie le gustan las píldoras de tristeza. Es verdad ¿a qué engañarnos? El amor complica la vida. Pero a los fotogramas del amor no les sientan bien las secuencias rápidas.
Es verdad ¿a qué engañarnos? podemos no verlas, pero eso no impedirán que sigan ahí. A qué engañarnos si también es verdad que esas imágenes -y otras mucho más crueles- nos tornan, inexorablemente, un puntito más concienciados, pero tmbién más amargos. Y quién sabe por qué capricho del azar o la memoria, el día X, ese que leímos como "urgente" en mayúsculas o entre signos de admiración, nos preguntaremos qué habrá sido de ellos. "Los habrán salvado", nos tranquilizamos. Los habrán acogido, habrán dado dinero para pagarles residencia, o hasta los habrán adoptado definitivamente. Pero los salvadores no caen del cielo como la lluvia pertinaz de este invierno. Los salvadores... no son otros que gente como tú y como yo.
Quizá recordemos algo que nos dejó impresa la desazón. Esa instantánea silenciosa, que recoge, paradójica, el largo ladrido... que no es sino un lamento.
Se nos vendrán a las mientes, cuando vayamos a echarnos a los labios la cañita del aperitivo, cuando pongamos la radio con la canción de moda... pero sobre todo... sobre todo cuando en nosotros fije su mirada nuestro perro.
Nuestro querido perro... igual que ellos.
Es verdad ¿a qué engañarnos? podemos no verlas, pero eso no impedirán que sigan ahí. A qué engañarnos si también es verdad que esas imágenes -y otras mucho más crueles- nos tornan, inexorablemente, un puntito más concienciados, pero tmbién más amargos. Y quién sabe por qué capricho del azar o la memoria, el día X, ese que leímos como "urgente" en mayúsculas o entre signos de admiración, nos preguntaremos qué habrá sido de ellos. "Los habrán salvado", nos tranquilizamos. Los habrán acogido, habrán dado dinero para pagarles residencia, o hasta los habrán adoptado definitivamente. Pero los salvadores no caen del cielo como la lluvia pertinaz de este invierno. Los salvadores... no son otros que gente como tú y como yo.
Quizá recordemos algo que nos dejó impresa la desazón. Esa instantánea silenciosa, que recoge, paradójica, el largo ladrido... que no es sino un lamento.
Se nos vendrán a las mientes, cuando vayamos a echarnos a los labios la cañita del aperitivo, cuando pongamos la radio con la canción de moda... pero sobre todo... sobre todo cuando en nosotros fije su mirada nuestro perro.
Nuestro querido perro... igual que ellos.
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2 comentarios:
Me ha emocionado, de verdad... Estás haciendo un trabajo excelente, y unos progresos increíbles en esto del blog. Enhorabuena, de corazón...
¿Qué puedo decir? ¡No tengo palabras! Muchas gracias por la preciosa labor que estás realizando a través de este maravilloso blog: ojalá que todos estos animalitos encuentren pronto un hogar calentito. Esperamos ansiosos otra entrega "De la fobia a la filia".
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